Desde mi propia salida
el miedo esparcia
cólera, lluvia, exilio.
Desconocía sus virtudes
para debilitarme,
manos, ojos no utilizaste.
Mas, el peligro
no consiguió en mí
la muerte.
Se encerró en su dolor,
demente.
Y yo, la dicha hiriente
sola me conduje a la muerte.
domingo, 17 de mayo de 2009
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